martes, 30 de septiembre de 2008

Moviéndonos entre bastidores...

Una noche de jueves, después de la hora de cerrar el pub, estaba tomando unas copas tranquilamente con un par de conocidos. Una charla oscura, a media voz con el local en penumbra. Entre humo, vasos vacios y ojos cansados fui a la barra a por las últimas.


En la barra trabajaba Augusto, que por aquel entonces andaba pagándose la carrera y aprovechaba como nadie el aire de barman con mucha mundología para llevarse por delante cuantas rubias se le presentaran. Aquella noche había insistido bastante en que me quedara hasta el cierre del local, ya que luego nos acercaríamos a ver a Maica, la camarera de otro tugurio parecido que cerraba al amanecer... era una promesa como cualquier otra, como siempre en Augusto.


Me entretenía con un cenicero y la brasa de un cigarro un tanto "irregular", haciendo tiempo a que apuraran las conversaciones, matando con la música de ambiente cualquier posibilidad de que aquello se animara... queríamos salir pronto. Tras de mi, en una de las mesas, cinco chavales fumaban porros descuidadamente, casi a oscuras, conversando apenas entre gruñidos. Más allá, tres chicos diseñaban el plan para el fin de semana. Bien es cierto que llevaban más de dos horas diciendo que se iban, que tenían que madrugar al día siguiente, pero de allí no se movían. La atmósfera creada por Augusto era densa, envolvente, íntima a su modo... el tiempo dejaba de existir y las horas corrían... visto ahora, el caldo de cultivo ideal para que surja la historia.


Augusto me hizo una seña urgente. Tenía que salir un momento, sería cosa de 15 minutos. Conociendolo me imaginaba que alguna rubia estaría en el portal esperándolo para darse un achuchón y quedar para más tarde, o quizá iba a llamar a "algún número" para que nos esperaran con la puerta entreabierta... qué se yo, cualquiera de sus habituales tretas. Este chico es una fuente inagotable de caminos inverosímiles.


...Y allí estaba yo; medio cocido de Cutty Sark, sin haber cenado y atendiendo la barra vacía excepto por dos personas que había en el extremo. Era una pareja joven, "..entre 25 y 29 años", pensé. Hablaban mucho y se besaban nada, me fijé. Llevaban horas allí, cuatro o cinco rondas de J&B con cola (él) y Smirnoff con limón (ella). Hablaban, se explicaban gesticulando mucho, intensamente, pero no discutían, no había enfrentamiento... bien...


Mi curiosidad (y los efectos espirituosos de whisky también) me llevaron a rondar por allí a ver qué ocurría. Rechazaron un chupito de invitación, pero parecían hartos de su charla.


"Tienes mala cara; estás muy cansado, ¿verdad?" - me dijo ella de repente sacandome de mi rutina semietílica. Lo cierto es que no había cenado y las horas ya empezaban a pesarme. Le expliqué el motivo y ella volvió a sorprenderme.


"Llevo aquí un bocadillo de jamón con tomate. ¿Lo quieres?¿ Te apetece?"

Mi boca dijo "No, gracias" pero mis ojos me traicionaron. Bueno, mis ojos, mis manos... hasta mi estómago se puso a dar saltos de alegría. Con una pequeña mueca de verguenza me confesé: "Me siento como en el colegio, compartiendo bocadillo con otro niño. Pero la verdad es que me apetece, si"


Comí aquel bocadillo que salió de su bolso con avidez. Ellos continuaron con su charla mientras yo, entre mordisco y dentellada, la miraba lleno de interrogantes... Puede ser que fuera por el jamón, o por los aromas que impregnaban el pan (debido a las horas pasadas en compañía de las llaves, el tabaco, el perfume, etc...), o por el cuidado exquisito con el que venía preparado (entre el envoltorio se escondía una útil servilleta de papel y una toallita húmeda con aroma de limón); el caso es que mi cabeza reaccionó y comenzó a pensar...


¿Que hace que una bella (bellísima según mi estado etílico) mujer joven como ella, saliendo de copas con un chico en una gran ciudad, se lleve un bocadillo en el bolso ? - pregunta trivial, si, pero no lograba darle respuesta. No me encajaba.

En aquellas cuestiones andaba cuando, aprovechando que su "amigo" fue al servicio, me ofreció como postre un melocotón de lo más apetitoso... Supongo que lo que le hizo reir fue mi cara de asombro, mi boca abierta y mi más sincera admiración. ¿Era la personificación del instinto maternal o qué? ¿Quizá alguna ONG dedicada a alimentar camareros descuidados? Las preguntas se embotellaban en mi boca y las respuestas brillaban por su ausencia. Su risa abierta, sus labios sonriéndome y su mirada de complicidad y cierta lástima se mostraron por primera vez aquella noche. Habiamos encontrado ya el punto de encuentro.


No pude más que preguntarle. "¿Como llevas todo eso encima? ¿Cuanto tiempo piensas estar fuera de casa de fiesta que te tienes que llevar víveres?". Ahora rieron los dos, ya reunidos de nuevo.


"No hombre, es que no estamos de fiesta. Estamos trabajando. Turno de noche..." Seguía sin cuadrarme. Se enviaron una mirada de entendimiento entre ambos. Ella más que pedir, notificaba, él aceptaba resignado. "Mira" - me dijo mientras sacaba su placa de policía - "a esto nos dedicamos. Brigada de información". Mi asombro ya no cabría ni dentro de una catedral... la policía secreta!!


Seguramente sería mi cara de pánico, que se me cayó el melocotón al suelo o el temblar de mis rodillas, pero algo hizo que rápidamente ella cambiara el discurso: "Tranquilo , no estamos aquí para detener a nadie. Es que tenemos unos temas de trabajo que discutir en privado y hemos aprovechado la ocasión y el lugar". Mi cara de pasmo seguía allí.
"Este es Carlos, mi compañero. Yo soy Soraya... tu debes ser el Bodeguero... ya tienes fama en la zona".

Claro, como para mentirle sobre quien era yo a la flamante Brigada de Información.


No os quiero aburrir con detalles. Solo decir que la charla fue larga y se nos hizo de día. Carlos se fue a las 6, bien bebido, bien fumado y, dandóme la mano, me dijo al oido que cuidara de su compañera, que lo estaba pasando bastante mal. Soraya se fue a las 8. Le besé en la mejilla y ella se ruborizó. Augusto giraba la esquina (cuatro horas después de haberse ido) cuando yo la despedía dándole un abrazo de ánimo.


* * * * * * *


El martes siguiente llegaba al pub con algo de prisa. Había quedado con Augusto allí. Al girar la esquina me encontré con Soraya junto a la puerta, en el zagüan. La miré, me acerqué, ella levantó la mirada... Una mirada triste, cristalina por las lagrimas recientes... me sonrió como lo había hecho la primera vez durante un segundo eterno, y se echó a llorar en silencio. La abracé e intenté consolarla. Nunca supe que hacía allí aquel día, ni porqué lloraba. Posó su índice en mis labios y selló mi silencio.

Nos vimos varias veces más. Casualmente nos encontrábamos alli donde yo fuera durante las siguientes semanas. Jamás nos dijimos nada sobre aquello. Nunca volví a ver a Carlos.
Durante aquel año aprendí mucho. Hay una "realidad plástica", oficial, correcta y creible, más o menos coherente... y en ella vive la gente, la sociedad desarrollada y legal. Hay también otras personas que cuidan de que todo sea así, pero no se les ve. Están ahi, pero no disfrutan del mundo del mismo modo. Tienen acceso a todo (casi todo), pero se les niega el integrarse en la manada.

Al igual que en Matrix, puedes verlo o no verlo. Puedes elegir seguir por tu camino o pasarte a trabajar entre bastidores y, con el tiempo, a manejar muchos hilos, a mover las marionetas... y al igual que en la película, una vez dado el paso, ya no hay vuelta atrás.


En aquellos meses aprendí a moverme sin dejar huella, a estar donde no estaba, a obtener respuestas sin preguntar... Soraya me hizo muy feliz, vivimos ciertas aventuras, rompimos muchas ataduras, encontramos tal profundidad en el día a día que realmente fueron años de convivencia.


Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si no hubiera aceptado aquel bocadillo de jamón. Ya me da igual. Cierto que la rutina diaria me explota en las manos, cierto que mis pensamientos van en dirección distinta a la mayoría, cierto que mi carga de trabajo es excesiva a todas luces, ... pero abrí los ojos al mundo real, duro, sordo, con pegada baja y rápida; donde la ley es relativa y los amigos pesan más que las naciones.


Es muy facil perderse, diluirse en el torrente, ceder a la tentación. Cuando no tienes árbitro, tu coche es un Formlula 1 y las rotondas son chicanes (y se pasan por los pianos). Tu palabra es tu única ley y muchas veces ni eso. Es tán facil dejarse seducir por el lado oscuro... es tán facil pensar que se está por encima del bien y del mal... sólo aquellos que mantienen una actitud ética se mantienen vivos en este nuevo circo. Solo hacer lo que se debe, por el hecho de hacerlo. Ni por obligación ni por dinero. Por convicción.


Un verano en Ibiza y una mala noche acabaron con Soraya.

Ahora tiene otro nombre, trabaja de administrativa y ya tiene canas. Su vida no difiere mucho de otras muchas. Se siente "adecuadamente" feliz, entre la rutina y el calendario sigue mirandonos a todos desde los bastidores. Cada tanto, nos mantenemos en contacto y recordamos andanzas. Desde estas lineas quiero agradecerle que me diera aquella oportunidad. Creedme si os digo, que volvería a hacerlo.

La semana pasada recibí un paquete postal, como cada año antes de sus vacaciones. Dentro venía una dirección en el dorso de una tarjeta, una agenda de piel, un sombrero de gaucho, un sobre con recortes de periodico y un post-it con sus labios marcados. No se exactamente qué me espera pero en la nota pone "No te lo vas a creer. He encontrado la entrada que creimos perdida. Tenemos tres días. S."


Ya os contaré. Voy a preparar mi maleta.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Beth... brillando en la noche



Conocimos a Beth cerca de Londres, en un pueblo cercano llamado Kingston upon Thames... es una camarera "freelance" en un pub junto al río llamado "El Pato dorado del Rey" o algo así... seguramente es un juego de palabras que solo los lugareños entienden.

Cómo no, fue Augusto quien la vió, ofreciendo cócteles exóticos en probetas de laboratorio entre la concurrencia un sábado por la noche. Es una ocupación que está entre el hobby y la necesidad de financiarse la carrera de psicología. Por una "pound" puedes obtener de Beth una probeta misteriosa, con cócteles clásicos como el Manhattan, el Gimlet, el Dry Martini, el Sex in the beach... y algunos más de su invención...

Después del habitual juego de miradas, sonrisas, encuentros y desencuentros, acabamos no se cómo, los más empedernidos diletantes sentados alrededor de una mesa con las recetas y las botellas, dispuestos a crear el cóctel definitivo o a sacrificar nuestra lucidez en el intento. Aquella noche tuvo un poco de todo, risas, movimiento, algo de tensión, sexo oral entre Kimberly y Augusto .... y un chispazo de complicidad entre Beth y yo.

Nos dieron las tantas hablando de lo humano y lo divino, entre cócteles frustrados, mezclas sublimes pero imposibles de repetir, humo y sustancias... Ya de día, salíamos del pub, con paso titubeante, estómagos hambrientos y lenguas de trapo.

Con el Sol naciendo, la cabellera escarlata de Beth, descuidadamente rizada brillaba iluminando toda la calle. Una esquina, una duda sobre qué dirección tomar, un gesto amable y nuestras caras pecosas se fundieron en una sola. Ignoro el tiempo que pasó, estuvimos horas y horas en su casa, disfrutando de nuestra mutua compañía, dormitando a ratos...sin ventanas abiertas, el tiempo no tiene sentido. Recuerdo que me sorprendió que fuera de noche cuando salí a por tabaco al coche. El viento fresco del inicio del Otoño inglés es reconocible y peculiar. Pasamos juntos hasta el martes con nuestros ratos, nuestras cabezadas; con esas pequeñas locuras que deben quedar en la intimidad y que, ahora mismo, me vuelven a erizar la piel, a acelerar el pulso...

Desde el primer momento, la comunicación fue fluida, alegre, distendida. En aquellos dias, nos relatamos nuestras vidas, andanzas, ambiciones, fracasos... nuestro peculiar balance y la perplejidad que nos crea el observar el "hasta aqui hemos llegado"... y no sabemos cómo.
He pasado mucho tiempo con otras mujeres, otras relaciones más o menos estables. He vivido como me ha parecido, como le ha parecido a los demás, dentro y fuera de las convenciones... todas son parte de mi mismo.... pero con Beth bastó una mirada para comenzar nuestra aventura, dos sonrisas fueron nuestro pacto mundano. Puede que no hablemos en meses, no nos vemos todos los años, nuestros encuentros son normalmente cafés en plazas monumentales o almuerzos en aeropuertos... y que?

La semana pasada me llamó. Le ha puesto mi nombre a su segundo hijo. Le dije que no merecía tal honor, pero no hubo manera de sacarle la idea de la cabeza... dicen que así son las escocesas, ¿no? ... muchas personas han sido mucho más para mi en esta vida; más cercanas, más influyentes, más queridas, más intensas... pero puedo decir que no pasa una semana en que no tenga esos 5 minutos mirando al horizonte nocturno, al campo de estrellas, pensando en ella y deseandole lo mejor.

Con poca gente soy capaz de conectar tan profundamente en apenas unos segundos... de mantenernos en contacto solo con unas miradas.... cuando estemos tomando un café, recorriendo algún castillo, rodeando la catredal o callejeando sin rumbo, compartiendo un estofado de patatas o una cena griega, unas cervecitas verdes y unos calamares en un bar de pueblo... en cualquiera de esas situaciones, cuando te mire al fondo de los ojos, con esa media sonrisa... sencillamente estoy llamando a tu puerta, estoy deseando ser tu amigo y encontrar ese punto de encuentro donde nos conozcamos, no haga falta más que tu y yo... y que el resto del mundo... sea mera anécdota. Realmente, el valor de los momentos lo da con quien estés y cómo le hagas sentir... el resto: lugar, circunstancia, complementos, horarios.... no son más que adornos que al final hay que desechar.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Alta resolución...



Bajé del avión, rescaté mi equipaje, subí al coche de alquiler....
pasé por la delegación más cercana; tomé la documentación, los dossiers, algo de cambio, unos donuts de chocolate, una botella de bebida isotónica, algo de ropa y a la autopista... a hacer correr la máquina que tengo llegar a mi destino en 5 horas!!

Dos horas y pico después salía de la autopista, tomaba una comarcal (venida a más, pero comarcal al fin y al cabo) y ... me descubrí a mi mismo atravesando a la hora en que las personas decentes cenan, un pueblito muy lindo... Así pues, iba apróximadamente a la velocidad del rayo, pensando en megabits por segundo, sistema de capas OSI, trafos de aislamiento...

Mi adormecido sentido común hizo que levantara el pie del acelerador y mirara con ojos de persona a mi alrededor... ¿donde iba tan deprisa? ¿Que estoy haciendo? Es cierto que debía llegar a una hora prudencial a mi destino, es cierto que debía madrugar al día siguiente, pero... ¿compensa tanta prisa? ¿tanto esfuerzo? ¿se puede ir más despacio?

Algo de música para ilustrar sonoramente la situación...



Recordé una novela leída hace años, "La Lentitud" de Milan Kundera... recomendable para aquellos que quieran iniciarse en el pensamiento filosófico.

Pensé en todo aquello, las prisas, el ritmo... el estrés, las urgencias...
Aflojé el ritmo y me dediqué sencillamente a conducir. A sentir la carretera, las curvas, los peraltes, la rugosidad del asfalto... de repente, un hecho monótono como conducir 500 kilómetros se convirtió en una experiencia para los sentidos, en un masaje para el cerebro... apreciar el diseño de las curvas adaptarse a la ladera... pasear por dentro de un cuadro de Rafael Dominguez...

Hacer las cosas por el placer de hacerlas, sin propósito adicional. El hecho de comer por el placer de comer es diferente a comer para alimentarse. Son actividades muy similares mecánicamente pero completamente distintas en cuanto a la satisfacción personal... Leer por el placer de leer, no para informarse, ni estudiar, ni siquiera para aprender o para simular en tu blog que sabes "algo" de "algo"... no, leer por leer. Solo eso. Estar aquí mismo y tener consciencia de que ahora mismo estás decidiendo en qué aventura quieres estar después; como los niños, jugar a la pelota solo por jugar, no para ganar campeonatos, ni para clasificarse para ninguna eliminatoria, sin marcador ni resultado; solo jugar por jugar. ¿De verdad no lo recordáis?

A partir de ahí, el detalle. La vida va tan despacio como quieras que vaya. Solo tienes que conducirla, no dejar que te lleve. Al reducir la velocidad, la realidad se volvió más rica., mas detallada, más pixeles por milímetro cuadrado, más resolución... Observé las luces encendidas dentro de las casas, aquel perro que me miró desinteresado durante unos segundos al pasar, las estrellas brillando entre las aspas de los molinos de viento, los aromas, las sombras... infinidad de detalles que me estaba perdiendo!!

No solo eso; pude bajar la ventanilla y reconocer el aroma de los frutales y la tierra húmeda. Sentir el viento en mi cara y el frío de la noche. El placer que desconectar el climatizador automático y sentir como se me helaban las orejillas y se me erizaba el vello. Me recorrió un escalofrío de placer.

Cuando al día siguiente, Augusto me preguntó por el viaje, le dije que había sido estupendo, sobre todo la llegada nocturna. En su habitual "largueza", comprendió que algo había ocurrido y pidió más explicación.

He hablado con personas que me dicen que están cansados de su rutina y su día a día es monótono. Preguntándoles, me entero de que quieren saber qué pasará el mes que viene con su equipo de fútbol, que en Navidad irán a esquiar a Formigal y que el año que viene piensan ir de vacaciones a lo que quede del Caribe después de tanto huracán... que en unos años serán jefes de departamento, tendrán pagada la hipoteca y irán a por el tercer hijo. Claro, eso les parece monótono y rutinario. Están estructurando el tiempo. Encajándolo en sus agendas, pautándolo como papel milimetrado para poder aprovecharlo al máximo. Aquí hay un error. También los hay que, dado que no pueden planificar todo ello, se dejan arrastrar por el fluir de los días y dicen aquello del "yo vivo al día"... Otro error. Vas al día, pero no lo disfrutas, ¿Es eso realmente vivirlo?

Si quieres que tu experiencia sea intensa, sabrosa, cercana a los límites (sea por el lado interior o exterior), más vale que te detengas y examines tus pasos. Si vas deprisa te perderás mucho detalle. Verás un montón de platos pero solo podrás , con suerte, darles un pequeño bocado. Solo yendo al ritmo del entorno, sincronizado con tu ritmo natural captarás la totalidad de la escena. Disfruta cada bocado del plato individualmente porque todos son distintos y no tendrás que pedir y probar toda la carta, al menos, no hoy, sino cuando lo decidas. "No los pedirás por hambre, sino por gusto, Augusto" - le dije, guiñándole un ojo y relajando un tanto el ambiente.

Recordad que el tiempo es una experiencia relativa, una regla nemotécnica para situarnos en el mundo. Cuanto más deprisa vamos, más corre el tiempo... y menos detalles de la realidad podemos captar. Aprovechad el detalle. Esos pequeños tesoros que nos encontramos a cada paso. Un reflejo de sol en una ventana, una llamada equivocada, la caridad de un extraño, la complicidad de una camarera, un sabroso gintonic de ginebra desconocida, el sonrojo de Heidi... cualquier cosa mirada con detenimiento contiene todo un mundo... no me pondré a detallarlos porque es imposible y porque cada uno tiene los suyos propios... tiene que ser así.

Si te has detenido el tiempo suficiente para leer esta entrada, quizá tengas tiempo ahora de enviar unas letras a las amistades a las que por falta de tiempo no has podido corresponder últimamente. Yo tengo el propósito de hacerlo. Voy a ver si localizo a mi gata galante por los tejados y de paso disfruto de la esplendida Luna llena que hay esta noche.

Gracias por estar ahí.