viernes, 11 de noviembre de 2011

Microcuento Zen

Un monje encuentró un General:
"He perdido todo. Mi ejercito derrotado, mi causa perdida, mis tesoros robados...Tuve un poderoso ejercito pero fui vencido. No entiendo qué pasó" - dijo el General

"No tengo nada. No quiero luchar y por ello despedí a mi ejercito; no tengo causa más que seguir viviendo en paz; repartí mis tesoros entre quien más los necesitó y estoy en la misma situación que tu.... y lo que yo no entiendo es porqué lloras" -respondió el monje...

y se abrazaron hasta que solo quedaron dos hombres.

jueves, 18 de junio de 2009

¿Que hice yo para merecer esto?





Es difícil de explicar. He vuelto a encontrarme en un aeropuerto a las tantas de la mañana, esperando un avión de una compañía de nombre impronunciable y alumbrado por todos esos neones... Y me digo, ¿como he llegado aquí? ¿en que momento se enredó todo para que la consecuencia sea estar horas y horas esperando un avión en un aeropuerto de segunda fila en un país prácticamente desconocido?

No voy a entrar al detalle... esto es pura anécdota... cuando llegue a casa, revisaré la agenda, haré un par de llamadas y todas estas "colgadas" pasarán... no es más que una conexión más, un paso más...

¿Que pasos di para llegar hasta aqui?
solo por empezar voy a enumerar unos pocos de esos pasos; sin ningún tipo de orden, ni prioridad, ni afán de exhibicionismo, ningún tipo de relación (aparente) entre ellos, ni más importantes ni especialmente brillantes; solo pasos...

Estuve en el atentado de las Torres de Nueva York, pero en el primero, en 1993. Gracias a que no llevaba cambio para comprar hotdogs no me pilló la explosión. Apenas le di importancia. No he vuelto a probar hotdogs como aquellos.

Retransmití un partido de fútbol de 1ª división para una radio local de Valencia. Después, durante la cena y las copas, el entrenador me confesó que tenía mucha fe en la progresión de juego de un tal Romario... al día siguiente, al tal Valdano lo cesaron. Las escuadras de las porterías tienen telarañas de verdad. Cosas de los porteros y sus supersticiones.

Compré un burro y una choza en Turquía a cambio de una camiseta Adidas (del mercadito) y una llavero de Albacete. También alquilamos una oficina de correos durante todo un dia a cambio de un paquete de tabaco andorrano (L&M light).

Me hice pasar por apoderado del torero "El Litri" en una discoteca de Villareal, presentando a mi amigo Augusto como el mismo matador, con erótico resultado.

Atravesé el estrecho de los Dardanelos en un barco mercante de bandera panameña, con tripulación ucraniana y capitán griego. A bordo, montamos una gran fiesta con un grupo de turistas italianos que nos pagaron un pasaje panorámico. Lo hicimos mientras se ponía el Sol.

Canté en el Teatro Principal de Valencia y frente a la "moreneta" de Montserrat. Aunque fue lindo, me resultó mucho más impactante cuando canté en la Rue Victor Hugo de Montpellier, con un sombrero y una guitarra. Acabé en una habitación del hostal con un grupo de hindúes viendo películas de Boliwood.

Hice una paella en Sicilia en la noche de San Juan. La Luna llena iluminaba todo el Mediterraneo. La música del saxofón, la guitarra y los bongos acompañaba al blues catanés que cantaba Roberto. El tinto "patronale" hizo el resto. Aquello noche hubieron risas, magia, un rastro de eternidad, algunos disparos de arma corta y gin tonics en el cráter del Etna.

Me he equivocado tantas veces con las mujeres...

y más y más pasos... y pienso que, aunque desarrollara todas estas historias, no son más que anécdotas pasadas. Apenas nada de mi queda en esos lugares, tan solo un recuerdo, como un sueño y finalmente no se recordará si realmente ocurrió o no. Tengo claro que puse mi alma en cada paso. En algunos de ellos la perdí, en otros la vendí y muchas otras veces me regalaron una (o dos) nuevas... Ocurrió, no me enorgullezco de lo que hice, sino de cómo lo hice.

Llamadme errático, descentrado o vividor... y acertareis. Aún así, lo que soy, en esencia, es lo que era... cada noche, a la bajada de la persiana, dentro de la bodega continúan estas historias... prometo recordarlas con vosotros.


viernes, 10 de abril de 2009

Merecer




En los últimos días he hablado con muchas personas en la calle, en los pasillos, en la sala de espera… gente que no conozco y que me ha comentado sus vivencias, sus problemas y las situaciones que están viviendo. No entraremos ahora a comentarlas, evidentemente. Sabéis que no me gusta quedarme en la anécdota, sino que trato de buscar la esencia. Lo que me ha llamado la atención es una constante que vive dentro del razonamiento relativo a lo que las personas merecen (o no) que les ocurra.

En general, las personas piensan que no merecen que les ocurra nada malo y aún más, están convencidos de que merecen que el aparente azar que gestiona el reparto de desgracias, desaguisados y sinsabores, les respete y les proporcione una larga, provechosa y placentera vida. Muchas veces nos encontramos en situaciones en la que nos preguntamos “qué he hecho yo para merecer esto” o “las desgracias nunca vienen solas”… también aquello de “vaya racha llevo; me ha mirado un tuerto”… siempre refiriéndonos a una racha de malas circunstancias que nos dificulta y que nos rompe nuestra rutina.

Esta idea la comparten sin excepción todos aquellos con los que he hablado últimamente en el hospital que visito cada día. Hay que remarcar que, aunque unánimemente la compartan y la aprueben con vehemencia, no la hace más cierta; es totalmente falsa. Es un engaño, un espejismo, una idea que nos hace sentir mejor, pero falsa como una moneda de 3 euros.

¿En que nos basamos para pensar que “merecemos” ser salvados de los contratiempos?

Es cierto que es legítimo aspirar a vivir sin problemas, claro que sí, pero de ahí a merecerlo hay un largo trecho. Solo el pasar por la vida y relacionarnos con los demás no nos proporciona “méritos” suficientes como para que objetivamente pensemos que es una “injusticia” que nos ocurran sucesos en contra, negativos o como queramos llamarlo.

Y me pregunté… ¿Qué hago suficientemente bien para suponer que merezco llevar una buena vida?

Después de horas y horas de pensamientos (llamadme “poco_curro”) vi muchos ejemplos y menciono algunos que conocéis… Hay quienes escriben historias como nadie y que nos alegran la lectura, por ejemplo Milan Kundera o Rubem Fonseca; otros toman las chicanes de una manera tan especial que ganan medio segundo por vuelta, como Hamilton o Vettel; otros preparan unas pizzas tan estupendas que no puedes dejar de comerlas; hay quienes te sorprenden con una llamada en el momento adecuado, después de meses sin saber de ellos; hay quienes te echan una mano aun sin conocerlos y te sonríen cuando tienes un mal dia; también los hay que te plantean mil y un problema y que no hacen más que ayudarte a crecer y a mejorar… aun sin quererlo!! También hay quienes tocan la guitarra de tal manera que por ello te reconcilian con la música… todos ellos creo que merecen la suerte de vivir bien y de llevar adelante sus asuntos prósperamente…
Porque hay muchos, muchísimos otros que no me dicen nada, que no les encuentro nada… de entre tantas personas, sorprende que tantos me sean indiferentes…
No es importante la conclusión a la que haya llegado; no es importante saber qué pienso que hago o no hago bien; no es importante, incluso, saber si merezco o no ser tocado por esa “suerte”… lo único que pretendo es trasladaros a vosotros, sufridos lectores, la misma pregunta. Pretendo que reflexionéis sobre vosotros y podáis decir alto y claro aquello que tan bien hacéis y que tanto bien hace (o puede hacer) a cuantos os rodean.
Tan solo eso. Una pregunta y además una invitación.
Como estoy seguro de que vais a encontrar algo que os hace distintos, especiales y en realidad, únicos y “útiles” para los demás… os invito a que lo practiquéis. Practicadlo continuamente porque… ¿qué cosa es superior a ser la mejor versión posible de uno mismo?

Una vez más, gracias por leer..... amigos

martes, 11 de noviembre de 2008

Un error surrealista

Actualización de la última entrada:

Buscando a Montse

Debido a un problema interno de Blogger (del que escribe el blog, o sea yo mismo) se publicó por error el borrador que no estaba acabado en lugar del ya desarrollado, con el consabido desasosiego y confusión (y porqué no decirlo, el descojone general de la parroquia)...

Así pues, ya he puesto (algo similar a) lo que iba a poner en un principio y, aunque sabe a poco, da pie a relanzar la historia.

Prometo tener más cuidado en futuras publicaciones y ilustrar con fotos muchos de los lugares y personajes. He aqui mi propósito de enmienda.
Gracias por estar ahí a todos.
El bodeguero.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Buscando a Montse

La nota que recibí , de puño y letra de Augusto decía:
"El contacto en Ainsa (Huesca) se llama Montse. Me encuentro con Soraya en una gasolinera, cerca de Sabiñánigo y nos vemos allí. Todo bien por mi lado."

La idea era que encontráramos la taberna y a Montse, darle recuerdos de Augusto... aunque ya que él se apuntó a última hora... ya se los dará él... celebraríamos una cena a media noche.

Cuando he entrado en la taberna he visto a Augusto apurado pero Soraya no está. Algo hay en el ambiente. Es la primera vez que vea a Augusto descolocado; me mira sin saber que decir...

- "Hemos venido juntos hasta aquí. La he perdido de vista un segundo y ya no está".

- "Otra vez" y pensé para mi... "no me lo puedo creer, otra vez!".

Y surgen situaciones que de repente requieren de nosotros todo, lo bueno, lo malo, nuestras inseguridades y aquello que no sabemos siquiera que tenemos. Es indiferente si estamos preparados o no; si cuadra en nuestra agenda o por el contrario nos crea un conflicto... da igual... lo importante es que no podemos planificar, no sirve de nada, siempre se rompe. No cabe en un calendario. Cuando más tranquilo, más situado estás, más crees que sabes de que va esto de la vida. Pero es una falsa apariencia de seguridad.
Realmente hay que tomar estas situaciones de frente, incluso sentir la adrenalina correr por las venas y el sudor frío resbalar espalda abajo... Si alguna vez la vida te atropella de esta manera, alégrate. Tiene su propio ritmo, su cadencia irregular que le permite pillarnos a contra pie. Sin esto, no habría aventura. Un día, meses después, te paras a pensar en aquella existencia tan lejana que vivías en otro país, en otro mundo, en otra época... y sonríes entre dientes mientras tomas una nueva bocanada de aire fresco...

Me puse el sombrero, miré a Augusto. Asintió levemente y fue a la barra. Aquella noche no estaba Montse pero nos atenderían igualmente.