jueves, 18 de junio de 2009

¿Que hice yo para merecer esto?





Es difícil de explicar. He vuelto a encontrarme en un aeropuerto a las tantas de la mañana, esperando un avión de una compañía de nombre impronunciable y alumbrado por todos esos neones... Y me digo, ¿como he llegado aquí? ¿en que momento se enredó todo para que la consecuencia sea estar horas y horas esperando un avión en un aeropuerto de segunda fila en un país prácticamente desconocido?

No voy a entrar al detalle... esto es pura anécdota... cuando llegue a casa, revisaré la agenda, haré un par de llamadas y todas estas "colgadas" pasarán... no es más que una conexión más, un paso más...

¿Que pasos di para llegar hasta aqui?
solo por empezar voy a enumerar unos pocos de esos pasos; sin ningún tipo de orden, ni prioridad, ni afán de exhibicionismo, ningún tipo de relación (aparente) entre ellos, ni más importantes ni especialmente brillantes; solo pasos...

Estuve en el atentado de las Torres de Nueva York, pero en el primero, en 1993. Gracias a que no llevaba cambio para comprar hotdogs no me pilló la explosión. Apenas le di importancia. No he vuelto a probar hotdogs como aquellos.

Retransmití un partido de fútbol de 1ª división para una radio local de Valencia. Después, durante la cena y las copas, el entrenador me confesó que tenía mucha fe en la progresión de juego de un tal Romario... al día siguiente, al tal Valdano lo cesaron. Las escuadras de las porterías tienen telarañas de verdad. Cosas de los porteros y sus supersticiones.

Compré un burro y una choza en Turquía a cambio de una camiseta Adidas (del mercadito) y una llavero de Albacete. También alquilamos una oficina de correos durante todo un dia a cambio de un paquete de tabaco andorrano (L&M light).

Me hice pasar por apoderado del torero "El Litri" en una discoteca de Villareal, presentando a mi amigo Augusto como el mismo matador, con erótico resultado.

Atravesé el estrecho de los Dardanelos en un barco mercante de bandera panameña, con tripulación ucraniana y capitán griego. A bordo, montamos una gran fiesta con un grupo de turistas italianos que nos pagaron un pasaje panorámico. Lo hicimos mientras se ponía el Sol.

Canté en el Teatro Principal de Valencia y frente a la "moreneta" de Montserrat. Aunque fue lindo, me resultó mucho más impactante cuando canté en la Rue Victor Hugo de Montpellier, con un sombrero y una guitarra. Acabé en una habitación del hostal con un grupo de hindúes viendo películas de Boliwood.

Hice una paella en Sicilia en la noche de San Juan. La Luna llena iluminaba todo el Mediterraneo. La música del saxofón, la guitarra y los bongos acompañaba al blues catanés que cantaba Roberto. El tinto "patronale" hizo el resto. Aquello noche hubieron risas, magia, un rastro de eternidad, algunos disparos de arma corta y gin tonics en el cráter del Etna.

Me he equivocado tantas veces con las mujeres...

y más y más pasos... y pienso que, aunque desarrollara todas estas historias, no son más que anécdotas pasadas. Apenas nada de mi queda en esos lugares, tan solo un recuerdo, como un sueño y finalmente no se recordará si realmente ocurrió o no. Tengo claro que puse mi alma en cada paso. En algunos de ellos la perdí, en otros la vendí y muchas otras veces me regalaron una (o dos) nuevas... Ocurrió, no me enorgullezco de lo que hice, sino de cómo lo hice.

Llamadme errático, descentrado o vividor... y acertareis. Aún así, lo que soy, en esencia, es lo que era... cada noche, a la bajada de la persiana, dentro de la bodega continúan estas historias... prometo recordarlas con vosotros.